Opinión

Warnken y la Tercera Vía

Ante la reciente publicación de la Carta del escritor Cristián Warnken a un profesor universitario, me gustaría realizar un breve análisis sobre los objetivos y convicciones que refleja el escritor en un contexto de fuerte polarización política en nuestra sociedad.

En las últimas semanas hemos visto que la socióloga norteamericana, Susan Neiman, visitó Chile y estuvo en variadas conversaciones y actividades académicas presentando su último libro “La izquierda no es woke”, que describe la crisis ideológica que vive la izquierda mundial y el deber de realizar una nueva mirada en conjunto con las demás variantes y corrientes que componen a este sector político. En este sentido, encuentro que lo “woke,” y en general, con todas las políticas que tienen que ver, por ejemplo, con la defensa de las minorías de las sociedades; la legalización de drogas blandas, entre otros ideales, apuntan y generan una notable y constante contradicción con lo que entendemos y lo que hemos entendido sobre lo que significa “ser de izquierdas”, teniendo también en consideración lo que nos han dejado los hechos históricos del siglo pasado.

Ahora bien, analicemos las palabras del señor Warnken. En su carta, esboza el repudio de esta “nueva izquierda” mediante lo “woke” y las nuevas identidades que se han generado, sobre todo por las nuevas generaciones. Así, según él, estas nuevas luchas identitarias son las que promueve la izquierda, lo cual es correcto; el progresismo de izquierda ha tomado esta batuta como nuevos ideales y estándares ideológicos que se confrontan con las ideas más conservadoras que se encuentran en el espectro político. Si embargo, Warnken no identifica con claridad la génesis de estas “problemáticas” identitarias que, en sus palabras, “está destruyendo la posibilidad de la construcción del “nosotros” más amplio”. Así, en mi parecer, no logra ver que estas actitudes se vienen gestando desde mucho antes de acuñar este término en las sociedades modernas y postmodernas.

En este escenario, si realizamos un estudio general de la filosofía política y de las principales teorías políticas modernas: el liberalismo, el socialismo y el fascismo, podemos observar que el liberalismo es el que ha ganado la batalla ideológica en los últimos años luego del colapso de la Unión Soviética con la caída del Muro de Berlín. Esta teoría es la que, como sabemos, impera como principal pensamiento político en gran parte de occidente y que también ha influenciado en regiones como en Latinoamérica. Teniendo en cuenta esto, el liberalismo es en realidad el verdadero culpable de que emerjan estas nuevas identidades generando un excesivo individualismo entre las sociedades modernas. Pero, para Warnken, es un fenómeno exclusivamente del progresismo de izquierdas y deja fuera de discusión las implicancias que ha tenido el pensamiento liberal durante todo el siglo XX, y con más fuerza desde los 90′ en adelante, con la famosa frase del “fin de la historia” de Fukuyama y el proceso de globalización que ha impuesto occidente, principalmente mediante la hegemonía de los Estados Unidos. Eso sí, y se puede debatir en otro momento, la izquierda debe realizar una profunda reflexión en cuanto a las nuevas ideas que debe adoptar para contrarrestar este pensamiento hedonista e individualista.

La degradación de lo humano, lo espiritual, lo tradicional, la buena comunidad, y que todo apunte al individuo y al sujeto como tal, es el pensamiento liberal y post liberal que estamos viviendo. Esas ideas han permeado en lo más profundo de nuestro ser para llevarnos a tribus individualistas seculares que se transforman en identidades que, más que unir, dispersan y confunden a las sociedades hasta polarizarlas en el espacio común. Es el nihilismo, que el mismo Warnken proclama en su Carta cuando escribe “(…) Somos los últimos hombres de Nietzsche”, dándole la razón al filósofo alemán que ya profetizaba, en caso contrario, al pensamiento liberal como eje principal de las sociedades post industriales del siglo XX, alejados ya de la palabra de Dios y los dogmas religiosos para obtener mediante la secularización los placeres y determinaciones de cada sujeto, individual y de forma subjetiva, como el pensamiento principal e “inherente” del ser. Es lo que presenciamos en estos días, con ayuda del capitalismo y las nuevas tecnologías, promueven este tipo de confusiones y transforman a las personas en meros datos calculadores con vidas atomizadas que buscan llenar el vacío de sus vidas con el consumo excesivo de productos inútiles.

Así, en cuanto al título de la presente columna, Cristián Warnken representaría dentro de la izquierda (porque, al parecer, sigue siendo alguien de pensamiento de izquierda), lo que se conoce como “socialistas de la tercera vía”; que desde los 90′ e inicios del presente siglo esta corriente decidió hacer un compromiso con el liberalismo triunfante en esos años. De hecho, lo podemos identificar con el partido político “Amarillos por Chile”, que fue fundado por el propio Warnken y otras personalidades de la centro izquierda del país en los últimos años luego de la crisis social que vivió Chile en 2019, como un simbolismo tardío de este pensamiento en particular. Esta corriente viene del inglés Anthony Giddens, que mezcla entre la socialdemocracia europea clásica y el liberalismo americano (con bastante simpatía), con el objetivo de construir una sociedad que promueva principalmente los derechos civiles y la preservación de la institución de la propiedad privada. Estos son los verdaderos renegados de los movimientos de izquierdas, que tienen como fin último preservar el status quo.

En definitiva, lo que sí estamos seguros es que el llamado “sujeto universal”, que pregona el señor Warnken en su carta, atribuido al pensamiento liberal como idea principal la forma lineal y fin ultimo del individuo, en un contexto unipolar del mundo, no coincide o choca con las demás visiones/civilizaciones de otras latitudes. No podemos quedarnos contentos con lo que existe; si ya hemos pasado por un estallido social que, aunque quieran recordarlo como algo violento y negativo, aún existe en la sociedad chilena el interés por generar transformaciones sustanciales en el seno de nuestra comunidad. Todos lo vimos con la marcha pacífica que llevó a las calles a más de 1.5 millones de personas solo en Santiago. Por el momento, y con toda la cháchara de intentos de construir nuevos acuerdos, seguimos empantanados con las mismas discusiones.

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